Cada instante, un reto

jueves, 5 de noviembre de 2009

Una sola mujer

Angela Dorothea Kasner. Hija de un pastor protestante. Se crió en la República Democrática de Alemania y estudió Física en la Universidad de Leipzig. Es responsable, pragmática y observadora.

Angie. Amiga, vecina y compañera de trabajo. Se casó a los 23 años con su primer marido y, a los 44, con el segundo, el químico Joachim Sauer. Quienes la conocen afirman que es comprensiva, sincera y un tanto cabezota.

Mamá Merkel. La mujer más poderosa del mundo. En 1989, inició su carrera política y, desde noviembre de 2005, ostenta dos de los cargos más complejos y complicados que existen. Es canciller y madre de 82 millones de alemanes. De ella, dicen que es austera, distante y temperamental. Capaz de lidiar con los políticos más temidos y de poner los puntos sobre las íes a los señores de la guerra (económica). Unos la comparan con la Dama de Hierro, por su carácter implacable y su mirada imponente. Otros, más “románticos”, la sitúan junto a Catalina La Grande, por el idioma (ambas hablan ruso a la perfección) o por tener en sus manos el futuro de todo un imperio.

Desde que Angela, Angie y Mamá Merkel aterrizaron en la jungla mediática, han sido menospreciadas y criticadas hasta la saciedad por su frialdad, su carácter distante, su ambición, su inexpresividad. Pero también han sido alabadas y halagadas porque muy pocas mujeres han conseguido ser doctoras en Física Cuántica, militantes de la Juventud Alemana Comunista, ministras de Juventud y Familia, ministras de Medio Ambiente, canciller de Alemania y presidenta del Consejo de la Unión Europea en 2007.

Gracias a ellas, a Angela, a Angie y, sobre todo, a Mamá Merkel, se aprobó el Tratado de Lisboa, el sustituto de la fracasada Constitución. Y, gracias a su europeísmo, recibieron el Premio Carlomagno, un importante galardón que se otorga anualmente a aquellos europeos que han realizado aportaciones valiosas a la comprensión y al desarrollo de Europa Occidental.

Dicen aquellos que las conocen que durante los últimos veinte años se han sabido complementar a la perfección. Angela, la disciplinada estudiante de Física, es quien se ocupa de tomar las decisiones más trascendentales. Angie, más cercana e entusiasta, se ocupa de las opiniones, ya sea para confesarse como una devota de la OTAN, para posicionarse en contra del negacionismo del Holocausto o para defender la propiedad intelectual. Por su parte, Mamá Merkel, la más querida por los alemanes, la más valiente y la más experimentada en el mundo de la política, es la que se encarga de mirar hacia el futuro, de sopesar los pros y los contras, de alcanzar el equilibrio entre la impulsividad y la austeridad, de manejar el poder con cautela, y de hacer ver al mundo que una mujer es capaz de reinventarse y de ofrecer su mejor versión en cada momento. Que una sola mujer es capaz de todo, en cualquier lugar y ante cualquier persona.

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