Cada instante, un reto

miércoles, 8 de abril de 2009

Salvajes (4ª parte_última)

Se acerca la tarde y, con ella, el frío invernal. Los temblores han cesado, pero el gran éxito ha quedado al descubierto.
A dos manzanas de aquí, asoman unas cuantas almas. Desalmadas. Con la cabeza bien alta y la conciencia intranquila. Orgullosas por haber servido a su patria. Avergonzadas por… Avergonzadas, sin más. Ni siquiera tienen fuerzas para delatarse a ellas mismas. Saben que acabaron con la competencia desleal, sin que esta existiese. Saben que arrodillaron ante sus pies a cuarenta millones de personas y que asesinaron sin piedad por miedo a las rebeliones. Saben que sólo saben aparentar y que la suerte les acompañó hasta su regreso a Europa. Saben que aquellos negros no eran ni criminales, ni enemigos, ni rebeldes, ni animales. Saben que fueron pobres trabajadores a los que pagaron con míseros trozos de latón. A dos manzanas de aquí, asoman unas cuantas almas. Desalmadas. Arrepentidas. Con la cara en los pies y sin consciencia. Se preguntan sin cesar cuál fue la verdadera razón de su éxito. Y qué hubiese ocurrido si aquellos cuarenta millones de ignorantes hubiesen esclavizado a Europa para cultivar sus tierras… Quizá el mundo los hubiese tachado de injustos. De inhumanos. De salvajes.

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